SANANDO A MI NIÑO INTERIOR
Nuestro niño interior es nuestro “yo” en estado puro. Imaginemos ese niño espontáneo, inocente, con miedos y angustias y que refleja naturalidad; ese es nuestro niño interior. Todos llevamos dentro el niño que un día fuimos y es él quién nos proporciona el equilibrio entre la parte lógica y racional, y esa otra más libre, pura y alocada.
¿Qué nos dice nuestro niño interior?
El niño interior lo constituyen los sentimientos que se formaron durante nuestra infancia, a través de las vivencias, tanto positivas como negativas, y que aún continúan dentro de nosotros. Con el paso del tiempo crecemos, y ese niño se va escondiendo y reprimiendo en lo más recóndito de nuestro ser, ya que crecer no sólo conlleva acumular años, también significa madurar, y madurar significa tener que abandonar esa parte infantil. Aún así, de vez en cuando, nuestro niño se asoma y nos recuerda ciertos aspectos que deberíamos de tener en cuenta:
- Nos recuerda que no tenemos que dar tanta transcendencia a las cosas, que restemos importancia a los problemas, y que paseemos nuestra libertad.
- Nos pide que lo quieras y lo mimes, demanda amor, ser abrazado y convertirse en el punto de atención de tu vida, es decir, la autoestima.
- Demanda que no seamos tan exigentes y perfeccionistas, que nos fijemos en las cosas sencillas de alrededor. Que no perdamos la ilusión por la vida y menos por nosotros mismos. Quiere que seas natural y un poco alocado.
Es muy importante trabajar con nuestro niño interior, ya que puede colaborar a desarrollarnos en plenitud, ¿cómo?. Facilitándonos la identificación de esos patrones destructivos que interfieren en nuestra vida, ofreciéndonos pautas para conseguir comprender y aceptar aquello que nos lastimó en nuestra infancia y que aún permanece en nuestro interior y ayudándonos a poner un punto y final y cerrar esas viejas heridas que nos producen sentimientos negativos.
¿Cómo puedo saber si mi niño interior está sano o herido?
Es posible que durante la infancia hayamos tenido algún trauma o herida emocional que no se curó en su momento, y, que esto provoque que crezcamos con aprensiones, miedos e inseguridades. Revivir el dolor que producen ciertos recuerdos puede ser un proceso violento, pero aunque encontrarte cara a cara con lo que te está molestando de tu ayer sea duro, no abandones, porque ya verás que merece la pena enfrentarte a ese dolor.
En el momento que aprecies que sientes rencor, odio o tristeza de forma reiterada, o que te veas que no sabes relajarte ni consigues manejar el estrés, o te realices auto sabotajes llegándote a aislar por no sentirte lo suficientemente bueno, seguramente tu niño interior está dañado.
En contra, aquel que puede vivir con lo mínimo, y entiende el valor de dar sin recibir, que regala sonrisas sin ningún motivo, sino porque sí, porque entiende que la vida lo merece; se dice sigue manteniendo ese condón umbilical con su niño interior. Esta puede ser sin lugar a duda una experiencia tan positiva que será capaz de curar muchas brechas emocionales y fortalecer nuestra autoestima.
¿Cómo puedo sanar a mi niño interior?
La terapia del niño interior está muy vinculada con la psicología de la energía. Desde un punto de vista energético, el niño interior es la conexión entre el plano más material o físico y el plano más profundo o espiritual. El hogar de nuestro niño interior no podría ser otro que nuestro corazón, desde donde puede experimentar ese amor y ternura que demanda. Para curar a nuestro niño interior;
Pautas o ejercicios para sanar a nuestro “niño”:
Viaja hasta tu niñez, reflexiona y obtén cada detalle de tu etapa infantil, cómo eras, cómo era tu habitación, rebusca en tu interior y encuentra a ese niño que fuiste. Cuanto más real consigas que sea esa imagen, más eficaz resultará el ejercicio. El hoponopono es una gran técnica que nos ayudará a conectarnos con nuestro niño interior.
Ahora que tienes bien definida la imagen de tu niño interior (que eres tu mismo cuando eras chiquitín), jugando en tu habitación; imagina que entra en la habitación tu “yo” actual y te encuentras con ese niño. ¿Qué ves? ¿A un niño cabizbajo e inseguro? ¿Ves esa herida emocional? Si lo ves, aceptale y perdónale.
Seguro que empiezas a sentirle más. Ahora es momento de establecer un diálogo con ese niño, acariciarlo, hazte amigo, crea una conexión fuerte con él y pregúntale qué necesita para ser feliz. Intenta comprenderle, y dale protección. Trátalo como te hubiese gustado que te tratasen cuando eras niño. Gánate su confianza y dile que esté tranquilo, que a partir de ahora, tú vas a cuidar de él y que juntos vais a avanzar en nuevas ilusiones.
Juega con él, sigue dándole confianza, llévatelo a donde te gustaría que te hubiesen llevado de niño, dale ese caprichito que tú no pudiste tener. Recuerda que ahora tú puedes darle lo que desee, divertiros juntos; así cuando ese niño vuelva a su habitación, volverá satisfecho, y ese niño pensativo que encontraste la primera vez que abriste esa habitación, se habrá convertido en un niño feliz. Despídete de él y dile que cada vez que necesite de ti, no dude en pedirte ayuda, que estarás totalmente disponible para él.
El ejercicio acaba aquí, ¿Qué es lo que has vivido?
Seguramente te has dado cuenta que todos los patrones destructores, como las inseguridades, miedos, etc, vienen de tu niño interior. En ocasiones este viaje al pasado puede ser doloroso e incluso desgarrador, ya que hurga en una herida sin cerrarse. Pero una vez sanadas esas heridas, lo único que quedará es la cicatriz que te recordará que algo nos hizo daño, pero que ya no nos duele
Sanar al niño interior es un ejercicio de autodescubrimiento de nuestra vida y su sentido, donde viajas en el tiempo hasta tu niñez, descubres que emociones o hechos negativos no fuiste capaz de sanar en el momento y te mantienen atado/a a ese dolor. Solo cuando liberamos ese dolor, aceptamos lo que sucedió, y ayudamos a nuestro niño interior a sanar.
Tu niño interior te está esperando. No hay nada más saludable que dejar que tu niño sea espontáneo. Abrázalo, cógelo bien fuerte de la mano y no permitas que nada ni nadie lo lastime.
Fuente: Triskelate