CUANDO LE GRITAS A TU HIJO SU CEREBRO SE BLOQUEA

Cuando se habla con las personas y sobre todo con los niños, la voz debe ser bajita y respetuosa. Si se alza la voz solo debe ser para cantar. Cuando le gritas a tu hijo, su cerebro se bloquea, por lo que no aprenden y sienten un estrés emocional que les hace sentir mal.

A nadie le gusta que le griten, solo piensa en cómo reaccionas tú cuando esto sucede, probablemente sientas ansiedad, ira y rabia cuando te hablan con un tono más alto de lo normal. Un niño no entiende por qué le hablan mal, su cerebro se desconecta de la persona que le grita, hasta el punto de sentir miedo.

Gritando no conseguirás mejores resultados

Si gritas a tus hijos no conseguirás mejores resultados, todo lo contrario. Quizá grites porque piensas que tus hijos te respetarán más pero en realidad, cuando se grita solo indica que has perdido la paciencia y no sabes cómo manejar la situación, te has desbordado.

De cualquier modo, los gritos nunca son una buena opción porque no sirven para nada. Solo para que el cerebro de tu hijo se bloquee, tú te enfades y que el ambiente se convierta en tóxico.

Tu hijo no aprende si le gritas

Piensa como te sientes tú cuando alguien te grita, por ejemplo; ¿Prestarías atención a tu jefe si te gritase mientras te explica algo o solo estarías en tensión todo el tiempo? A un niño le pasa igual, se tensa y sufre emocionalmente. Los gritos son como lanzas que se clavan en su corazón.

Es probable que cuando grites obtengas los resultados que desees, quizá pienses que reacciona porque te respeta pero nada más lejos de la realidad. Al contrario, los gritos le alejan de ti emocionalmente y pierden el respeto que te tienen. Cuando un niño reacciona ante los gritos es porque tiene miedo y porque le duele emocionalmente. No aprende porque su cerebro deja de escucharte.

El cerebro de un niño y de cualquier persona de cualquier edad, solo aprende en un entorno de seguridad, amor y protección. Cuando una persona grita se activa el miedo y bloquea la zona de la amígdala que se encarga de regular las emociones (entre otras cosas). Cuando la amígdala detecta un peligro (como los gritos) se activa el estrés, el miedo y existen diferentes opciones: huir, luchar o quedarse bloqueado. Ninguna de las tres son adecuadas porque el cortisol corre por las venas cuando se grita.

Esto ocurre porque cuando se grita a los niños, puesto que el cerebro es evolutivo, activa el modo de supervivencia y solo se protege de esa amenaza. Los gritos afectan directamente la amígdala y cuando da la orden de peligro comienza a aparecer por el torrente sanguíneo cortisol, adrenalina, dopamina. El cuerpo se prepara para protegerse.

Y eso no es todo, los gritos causan heridas emocionales, por lo que crean recuerdos negativos en la memoria de los niños, y lo peor, que si les gritas, tus hijos aprenderán a gritar y lo normalizarán y pensarán que es una forma normal de comunicarse con los demás y gritarán cuando se sientan frustrados o enfadados por cualquier motivo.

Cuando quieras gritar hazlo, pero de cara al viento, no de cara a tus hijos. No es una estrategia educativa. Cuando estés con tus hijos, respira hondo y cuenta hasta 100 si hace falta, pero NO les grites a ellos. Son tus hijos, el amor más puro que existe para ti. NO se merecen un trato así.

Pon un poco más de educación emocional en tu vida y no será necesario que les grites, solo te darás cuenta de esto cuando notes que en realidad no te hace falta gritar para que tus hijos entiendan lo que quieres decirles.

«Todos pueden aprender, pero no todos el mismo día, ni de la misma manera».

Fuente: Etapa infantil

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