CUANDO LA FAMILIA AHOGA
Nadie elige la familia a partir de la cual llegar a este mundo. El azar, infinidad de cruces de parentesco, y maravillosas casualidades que tejen nuestra vida diaria, ocasionan que vengamos a esta realidad a partir de dos progenitores, de un padre y una madre que, a su vez, descienden de otros individuos que conformarán también nuestro universo particular más cercano, nuestra familia biológica.
Cuando crecemos, somos nosotros quienes elegimos nuestra propia familia social: amigos, parejas; pero los primeros vínculos son siempre determinantes, y marcados por esos miembros más cercanos. Ellos son quienes nos dan la vida y quienes están obligados a educarnos, aportarnos seguridad, amor, confianza y una estabilidad emocional a partir de la cual, crecer y madurar.
Culturalmente la familia es una institución, un pilar lleno de fortaleza afectiva que envuelve a todo individuo. Pero obviamente no siempre es así, toda familia está habitada por personas con mayores o menores virtudes. Personalidades con equilibrio capaces de aportar afecto, valores y educación y personalidades que, simplemente, no son las más aptas para formar una familia.
Relaciones de apego y vínculos
Tal vez, deberíamos diferenciar en primer lugar, las familias que son realmente tóxicas, de las que, simplemente, no han sabido adecuar los vínculos para construirse como un auténtico núcleo familiar para aportar felicidad entre ellos y a sus hijos.
Cuando llegamos a este mundo nuestros padres, abuelos y tíos, son ese referente ante el cual vernos reflejados y apoyados. Son ellos con quienes desarrollamos nuestras relaciones de apego, esa unión indispensable ante la cual recibir afecto y seguridad para crecer.
Si no la hay, si no existe afecto creceremos con un vacío y con una sensación de inseguridad, de baja autoestima y miedos. ¿Cómo enfrentarnos o confiar en el mundo si nuestra familia no nos ha aportado afecto o cariño?
Los vacíos de la infancia, los traumas de la niñez, son futuras depresiones del mañana. La familia es un pilar indispensable a la hora de poder madurar con normalidad.
El vínculo establecido con nuestros progenitores, ya sean padres, madres o abuelos, nos aporta seguridad para explorar el entorno. El grado de confianza o desconfianza que nos hayan trasmitido será esencial para nosotros, para nuestra autoestima y nuestro auto-concepto.
Relaciones tóxicas
En estos caso de desapego, abandono o incluso si ha existido maltrato, podemos decir claramente que la familia, más que ahogar, hiere. Veamos ahora el caso de esas familias tóxicas, en ocasiones, las relaciones de apego pueden volverse asfixiantes y cargadas de manipulaciones afectivas.
Padres o madres que impiden la madurez personal de sus hijos a través de relaciones de sobreprotección, o que interfieren continuamente en sus vidas buscando una atención continua, un reconocimiento y una necesidad diaria por saber de sus hijos, por demandar favores, por exigir, en ocasiones.
Estas situaciones suelen estar cargadas también de bastante sufrimiento emocional. Uno no puede dejar de atender a sus padres, y si la exigencia es diaria e interfiere continuamente en nuestras vidas, seguramente lo pasemos mal. Abundarán las discusiones y las demandas.
Si estas relaciones son realmente tóxicas, nuestros familiares utilizarán el victimismo u otras técnicas manipulativas para lograr sus propósitos con tal de tener siempre cerca a sus hijos. Situaciones complicadas que generan problemas en muchos niveles de nuestras vidas.
En estos casos siempre es necesario saber establecer una serie de prioridades y de límites. La obligación moral termina cuando ya se atenta contra nuestra propia salud física y psicológica. Debemos establecer pautas, debemos negociar y respetar espacios de intimidad de cada uno. Pero lo sabemos… es complejo.
La familia es nuestra primera comunidad de acogida, caemos en ella como de una chimenea una noche de navidad y hemos de habituarnos a ella. Pero debemos tenerlo claro: nadie nos obliga a tener que quererlos si nunca ha habido amor, si nos nos han mostrado afecto.
Más tarde encontraremos la familia escogida, esa que nosotros mismos buscaremos y elegiremos según nuestras necesidades, ahí donde encontrar nuestra verdadera felicidad. Será un nuevo ciclo que empezar donde todo lo aprendido y todo lo vivido, deberá quedar reflejado. De nosotros depende.
-Valeria Sabater-