7 COMPORTAMIENTOS TÓXICOS QUE LOS PADRES TIENEN SIN DARSE CUENTA
La mayoría de los padres intentan dar lo mejor de sí en la educación de sus hijos. Desgraciadamente, las buenas intenciones a menudo no bastan. En muchos casos los padres terminan asumiendo estilos educativos que, lejos de hacerle bien a sus hijos, dañan la autoestima infantil y crean heridas emocionales.
En algunos casos el problema consiste en que repiten los patrones educativos que aprendieron de sus padres, en otros casos el problema es que asumen exactamente el patrón opuesto.
Conductas que afectan el desarrollo emocional de los niños
A veces, algunos padres asumen comportamientos que llegan a ser tóxicos para sus hijos. Ser conscientes de estas actitudes y conductas les permitirá eliminarlas, para construir una relación que sea realmente desarrolladora, y no solo para el niño, sino también para ellos. Porque ser padres puede ser una experiencia de crecimiento personal particularmente enriquecedora.
1. Ser hipercríticos. La crítica constructiva siempre es bien recibida porque ayuda al niño a crecer. Una buena crítica señala los errores y brinda opciones de cambio. Sin embargo, la crítica constante e incisiva puede llegar a ser muy destructiva, generando en el niño la sensación de fracaso. Un niño con unos padres hipercríticos terminará desconfiando de sus capacidades, desarrollará una baja autoestima y tendrá una tendencia al perfeccionismo que, a la larga, se convertirá en un obstáculo en su vida porque solo sirve para alentar a un feroz crítico interior.
2. Castigar las emociones negativas. La distinción entre emociones positivas y negativas es absurda. El miedo puede salvarnos la vida en ciertas circunstancias y puede convertirse en un obstáculo en otras. Sin embargo, muchos padres reprimen en sus hijos la expresión de lo que consideran son emociones negativas, como el miedo, la ira, la tristeza o la frustración. De esta forma solo logran incapacitar emocionalmente a sus hijos, haciendo que estos se sientan inadecuados porque están sintiendo cosas que no deberían sentir. Debemos tener en cuenta que no podemos evitar sentirnos de cierta manera, lo importante es saber canalizar esas emociones. Por tanto, no se trata de reprimir la emoción, sino de enseñarles a encauzarla.
3. Decidir por ellos. Muchos adultos piensan que los niños no tienen voz ni voto, que no saben ni deben decidir. Sin embargo, lo cierto es que los niños nacen con una especie de brújula para la felicidad. Quizá no tengan experiencia, pero saben lo que les hace felices y lo que les entristece. Los padres que siempre deciden por sus hijos e imponen sus puntos de vista terminarán creando a un niño rebelde o a un pequeño inseguro y dependiente emocionalmente, que no es capaz de tomar decisiones por su cuenta. Por eso, la mejor alternativa es irles dando progresivamente mayor libertad para que vayan tomando aquellas decisiones que están a su alcance.
4. Inculcarles miedo. Los niños no tienen sentido del peligro, pero esa no es una razón válida para inculcarles miedo a la vida. Es cierto que los padres deben encargarse de que los niños se mantengan seguros y deben evitarles accidentes innecesarios, pero de ahí a prohibirles prácticamente todo, encerrándoles en una campana de cristal, hay un buen trecho. Los niños también necesitan explorar, cometer sus propios errores y experimentar el dolor. De esta forma se hacen fuertes y aprenden a enfrentar la vida con seguridad, confiando en sus capacidades. Si les inculcamos miedo, criaremos a personas inseguras y temerosas de la vida. Y vivir con miedo no es vivir.
5. Generar culpa. Ser padres es difícil, pero esa no es una excusa para descargar las frustraciones en los hijos. De hecho, hay padres que culpan a sus hijos por no haber podido terminado sus estudios, por el fracaso de su matrimonio o incluso por estar enfermos. En práctica, convierten al niño en el único responsable de su felicidad o infelicidad. Sin embargo, cuando un niño crece con el pesado fardo de la culpa, se doblega ante su peso y se convertirá en un adulto dependiente de la aprobación de los demás que no es capaz de tomar decisiones ya que le atemorizan sus consecuencias. Por eso, es importante cuidar las palabras que usamos con nuestros hijos, y eliminar las recriminaciones de nuestro discurso.
6. Condicionar el amor. Durante los primeros años de vida del niño se produce un periodo crítico para el establecimiento de un apego seguro. Si los padres satisfacen sus necesidades, no solo fisiológicas sino también afectivas, el niño comprenderá que está creciendo en un entorno seguro. Al contrario, si los padres condicionan su amor a determinados comportamientos o logros, el niño creerá que no es digno de ser amado. Esa será una sensación que probablemente arrastrará durante gran parte de su vida, pensará que no es merecedor del cariño y el respeto de los demás, lo cual se revertirá en sus relaciones interpersonales y de pareja. Por eso, sería mejor desterrar de la comunicación con los hijos frases como “has sido malo, no te quiero” o “has sacado malas notas, no te mereces lo que te damos”. En su lugar, indícale que le amas incondicionalmente, más allá de sus equivocaciones.
7. No poner límites. Uno de los mayores errores que suelen cometer los padres en la actualidad es no establecer límites. Algunos padres confunden la libertad con el libertinaje. Sin embargo, los niños que crecen sin límites ni reglas suelen desarrollar comportamientos desafiantes, simplemente no son felices. Cuando los niños son pequeños y están descubriendo el mundo, los límites sirven para mantenerlos a salvo. Por otra parte, las reglas le confieren un orden a su mundo, saben lo que se espera de ellos y pueden comportarse en consecuencia. Por supuesto, no se trata de convertir la casa en un cuartel militar pero deben existir algunos límites y reglas que aseguren la convivencia familiar y el buen desarrollo psicológico del niño.
Fuente: Rincón de la psicología
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