Una Emoción Nos Puede Enfermar

Christian Flèche es un terapeuta francés conocido por su trabajo en el campo de la descodificación biológica. Nació en 1952 y ha dedicado gran parte de su carrera a explorar las conexiones entre las emociones, la mente y el cuerpo. Su enfoque se centra en la idea de que ciertos conflictos emocionales no resueltos o traumas pueden manifestarse en síntomas físicos y enfermedades.

Entrevista a Christian Flèche, padre de la descodificación biológica que es una técnica complementaria a la medicina que descifra el trauma o el choque emocional que se esconden tras cada patología. La descodificación biológica desactiva el programa cerebral que ha iniciado una enfermedad. “Es una terapia emocional complementaria de los abordajes médicos”, asegura Flèche.

Entrevista a Christian Flèche

¿La descodificación biológica comprende el origen de la enfermedad?
Sí. Es una nueva forma de comprender la causa de la patología, que se apoya en la función del órgano dañado al cual la enfermedad le es útil. Si me están insultando continuamente y no lo soporto, desarrollo una sordera. Así evito seguir en contacto con el estrés. La enfermedad es una solución del cuerpo a un conflicto al que no encuentro otra salida. Tener mucho miedo a morir puede llevar a la persona a desarrollar un tumor en los pulmones, es decir, a fabricar más alvéolos, más pulmón, para evitar la muerte de forma simbólica.

¿Siempre hay un desencadenante?
Es un instante explosivo que puede durar menos de un segundo y, sin embargo, revoluciona nuestra biología: el bioshock. El tiempo se detiene. La descodificación biológica permite una actualización.

¿Cómo se define el bioshock previo a la enfermedad?
Hay numerosas contrariedades en la vida, pero no todas producen enfermedad. Esta aparece cuando ha habido previamente un bioshock, que se caracteriza por: ha pasado algo muy preciso en el tiempo y en el espacio, ha sido imprevisto y subjetivamente muy dramático, la situación se ha vivido en soledad y no existe una solución para la persona. No estamos ante una situación vaga o difusa, sino que, aunque el paciente lo haya olvidado a nivel consciente, tiene que haber sucedido algo concreto: ha recibido una llamada, ha habido un drama…

Es una nueva forma de comprender una patología: si me insultan siempre y no lo soporto, desarrollo una sordera.

¿La descodificación biológica favorece la curación?
Mi trabajo no es curar la enfermedad, sino sanar lo que estuvo en su origen. Como decía Jung, “la enfermedad es el esfuerzo de la naturaleza por curar el cuerpo”. Cuando no hay una solución exterior a esa necesidad, el cuerpo encuentra una solución interior, que es la enfermedad. Trabajo sobre el sentido de la enfermedad; el médico tiene su papel, el psicólogo tiene el suyo… y el papel del descodificador psicológico es complementario.

¿Es el arte de saber comunicarse con el inconsciente?
Esta es la especificidad de la descodificación biológica. Nada de lo mental y consciente nos interesa. He inventado unos protocolos para escuchar la célula y el inconsciente –que para mí es biológico– y mantener un diálogo con él, teniendo en cuenta que el inconsciente es como un capullo de rosa: hay que ser delicado y sutil y no puede accederse a él solo con un conjunto de técnicas. También requiere una actitud.

Parece complicado. ¿Puede ponerme un ejemplo…?
Es una creencia decir que el inconsciente es complicado…

¡Perdón!
Cuando se disculpa, su inconsciente ya se está expresando. Cree que ha cometido una falta y cae en la culpabilidad. Hay un preconflicto: “Creo que hay que hacerlo bien, que hay buenos y malos comportamientos”. El inconsciente se expresa constantemente. Solo hay que escucharlo, abrir los ojos y los oídos… Es como aprender un idioma nuevo, el lenguaje del inconsciente.

¿Cómo empezamos el diálogo?
Un ejemplo de protocolo sería hacer visualizaciones de un órgano o poner un órgano sobre la mesa, dibujarle una boca o unas orejas y hacerle preguntas, induciendo un estado de relajación y de prehipnosis. El órgano nos da respuestas. He obtenido un montón de sanaciones a través de este simple protocolo de diálogo con el inconsciente que hay en un órgano.

Cuando no hay una solución exterior a una necesidad, el cuerpo encuentra una solución interior: la enfermedad.

Dice que es un trabajo de detective. ¿Qué herramientas le resultan más útiles?
La primera herramienta del terapeuta es él y todo el trabajo que ha hecho sobre sí mismo, su capacidad de introspección para investigar en su propia biología y emociones. El terapeuta también tiene que saber estar muy presente… Si tengo a un niño ante mí, me siento en el suelo para estar a su altura y convertirme en niño. La capacidad de “convertirse” en un pulmón, en un hígado, y “diluirse” como terapeuta permite poder dialogar con este inconsciente.

¿Y cómo se asocia cada órgano a una emoción?
Cada órgano tiene una función biológica. La piel está hecha para tocar y ser tocada. Así, cuando sus necesidades de contacto y respeto no se satisfacen, empiezan a aparecer las emociones. El estómago está diseñado para acoger la comida. Es su sentido biológico. Si no hay comida, aparece el hambre y nace la emoción porque la función del órgano no ha podido satisfacerse. Y eso ocurre con cada parte de nuestro cuerpo. Esta emoción es la huella consciente de que esta función no ha sido satisfecha.

¿Es importante expresar las emociones para mantenerse sano?
Sí, pero las auténticas… Hay emociones de superficie, sociales, que son una mentira. Un hombre puede hacer creer que está rabioso porque le han echado del trabajo y expresar ira, lo que no sirve de nada porque en el fondo está triste y deprimido, pero no se da permiso para llorar. El foco de la descodificación biológica son las emociones celulares y centrales.

¿Y cómo sabemos que son estas las emociones que expresamos?
Siempre digo que hay muchos caminos en la sanación y muchas vías de expresión y de transformación. El arte puede ser un modo maravilloso de expresar nuestras emociones. Pero alguien que llora todos los días o que escribe poemas tristes no se cura. En terapia lo que buscamos es la expresión definitiva, conseguir que la tristeza desaparezca para siempre. Por eso cada vez más estoy trabajando con los preconflictos y creencias limitantes. El hombre que ha perdido su trabajo está muy bien que exprese su tristeza. Pero a veces es suficiente y a veces no lo es. Entonces habrá que buscar dónde está su preconflicto. Puede ser, por ejemplo, que esté completamente identificado con su trabajo.

¿Hay un signo que revela que se ha producido la desprogramación?
No, no siempre. El ser humano es a la vez universal y único. Hay muchas y muy distintas manifestaciones de la sanación: una risa, la serenidad o nada especial.

Las alergias están relacionadas con un conflicto del recuerdo. El eccema, con uno de separación.

Para investigar el origen de un cáncer, ¿se tiene en cuenta la función del órgano o el propio cáncer?
Todo es importante. Sobre todo, hay que escuchar el lenguaje de la persona. Miraré cuál es el órgano enfermo, cuáles son los síntomas particulares que se expresan, si hay una inflamación o no la hay… Vamos a descifrarlo todo y todo es relevante: si la enfermedad ha aparecido en el pecho derecho o en el izquierdo; si estamos ante un reuma, cuál es la articulación afectada; si hay un sobrepeso, de cuántos kilos estamos hablando, cuándo apareció… Todos los detalles tienen un sentido.

¿Me da algún ejemplo de conflicto escondido tras la enfermedad?
Las alergias están relacionadas con un conflicto del recuerdo; las enfermedades del aparato locomotor revelan una desvalorización; las enfermedades de vejiga problemas del territorio; en el eccema suele haber un conflicto de separación; el colon corresponde a un conflicto podrido; los riñones, con la pérdida de puntos de referencia, y la boca, con el hecho de poder atrapar lo que es mío.

¿La persona no puede sentirse peor al responsabilizarla de la enfermedad?
Puede ser difícil de digerir para quienes tienen la culpabilidad en su interior, porque este es su patrón de conducta. Pero otros dirán: “¡Esto es genial: puedo hacer algo para curarme! Ya no me siento impotente ni soy un objeto pasivo, sino que puedo convertirme en actor de mi sanación, en actor de mi vida”.

Ahí entra en juego la prevención…
Esto forma parte de mis más recientes investigaciones. Se trata de estar atentos a los primeros signos de la enfermedad. Antes de desarrollar el cáncer, por ejemplo, la persona puede haber tenido síntomas previos como cansancio, un aliento diferente, dolores de cabeza… Es importante prestar atención a estos pequeños signos previos que tienen lugar en nuestro interior y preguntarnos: “¿Qué es lo que no funciona?”, “¿De qué no estoy hablando?”. Desde luego, es una forma de prevenir.

Y luego hay que escucharse…
Cuando ya sé qué no funciona, intentaré averiguar cuál es la emoción. La pregunta clave es: “¿Qué me ocurre a mí con esto? ¿Qué emoción me produce?”. Después tengo que expresar a fondo esto que me pasa, ya sea con un terapeuta, con un amigo…, hasta sentirme aligerado, tranquilo y bien. Esa es la secuencia: escucho mi cuerpo, encuentro lo que no va bien, investigo qué emoción ha quedado bloqueada y la expreso hasta recuperar la serenidad. La enfermedad expresa una necesidad no satisfecha. Nos hemos ido disociando de nosotros mismos.

Es un proceso por etapas…
Hay que entenderlo como si tuviéramos tres oportunidades. Cuando aparece un problema, podemos aceptar la realidad. Es decir, si mi mujer me ha dejado, lo acepto. Si no aprovecho esta oportunidad, llegan emociones como tristeza, miedo, ira… Sin embargo, tengo una segunda oportunidad, que es expresar estas emociones. Si no lo hago, esta emoción pasa al cuerpo y se produce el pródromo (síntoma inicial), el cual puedo escuchar para encontrar el acontecimiento y la emoción que lo acompaña. Y si, finalmente, tampoco presto atención a mi cuerpo, se desarrollará la enfermedad, que me llevará más tiempo y energía poder detener.

«Las enfermedades son una tentativa de autocuración, una reacción biológica de supervivencia frente a un acontecimiento emocionalmente incontrolable».

Entrevista realizada en la Revista Cuerpo Mente

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