La Carta de Bert Hellinger a su Madre

En nuestras relaciones familiares, a menudo surgen emociones y experiencias que dan forma a nuestro ser. La carta de Bert Hellinger a su madre es un testimonio conmovedor que aborda la esencia misma de la maternidad y la crianza.

En un mundo donde las expectativas y las demandas pueden pesar sobre las relaciones familiares, la simplicidad y la sinceridad de esta carta ofrecen una perspectiva única y valiosa. A través de las palabras de Hellinger, exploraremos la belleza de lo común, lo cotidiano y cómo los lazos familiares, aunque imperfectos, pueden ser fuente de crecimiento y agradecimiento.

Bert Hellinger de su libro «Meditaciones con Bert Hellinger»:

Una de las grandes dificultades que enfrentamos es que nuestras expectativas respecto a nuestra madre, van mucho más allá de lo que una mujer común puede dar. A menudo, ella, nuestra madre, tenia que ser mejor que Dios. ¡Ay de ella! Si no es como Dios, entonces le hacemos reproches. Cuando me di cuenta de ello, le escribí una carta a mi madre. Hace mucho que ella falleció, pero le escribí una carta. Mientras cuente esto, pueden contemplar a su propia madre.

Querida mamá:
Tu eres una mujer común, igual que millones de otras mujeres. Te amo como a una mujer común.
Solamente por ser una mujer común, has amado a mi padre y también él es totalmente común.

Así es como se juntaron, como hombre y mujer. Se amaron como hombre y mujer, acto totalmente común.
Soy fruto de su amor, un amor totalmente común.
Luego me estuvieron esperando con esperanza, y también con temor, pensando en que todo resultara bien.
Entonces me diste a luz con dolores, así como otras mujeres dan a luz a sus hijos.
Entonces, estaba ahí. Ustedes me miraron y se sorprendieron. ¿Es esta nuestra criatura?, pensaron. Se miraron a los ojos, y dijeron: «Si, ésta es nuestra criatura, y nosotros somos sus padres».

Me dieron un nombre, con el cual soy llamado. Y entonces, me cuidaron a lo largo de muchos años.
Se preocuparon de mi bienestar y de lo que quizá necesitaría.
Así estuvieron presentes para mi, como millones de padres estuvieron presentes para sus hijos.
Por haber sido tan comunes, también cometieron errores y hubo cosas que me dolieron.
Pero solo porque han cometido faltas, yo pude crecer. Les agradezco que fueran tan comunes.

Así los amo, exactamente como fueron. Así fueron buenos para mí.

Querida mamá, aún tengo algo importante que decir. Te libero de todas mis expectativas, sobre todo de aquellas que van más allá de lo que se pueda exigir a una mujer común.
Nadie ha hecho más por mí que tú.
Es mucho más de lo que fue necesario.
Así te amo, totalmente común, como eres, querida mamá.

Hemos compartido risas y lágrimas, triunfos y desafíos, pero sobre todo, hemos compartido el regalo precioso de lo común. En tus gestos cotidianos, en tus errores que se convirtieron en aprendizajes, encontré la esencia de tu amor y de nuestra relación.

Hoy, te libero de cualquier expectativa irrazonable, reconociendo que has hecho más por mí de lo que nunca se podría exigir. Eres una mujer común, y es precisamente esa cotidianidad la que ha tejido el tapiz de nuestro vínculo. Te amo con gratitud, con aceptación y con el entendimiento de que, en tu común humanidad, has sido extraordinaria para mí.

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