El Decálogo de la Madre

La psicogenealogía fue creada por Alejandro Jodorowsky, y se refiere al estudio del inconsciente familiar con un fin sanador. Decálogo de la Madre según la Psicogenealogía.

De una generación a otra se trasladan comportamientos inconscientes (intelectuales, emocionales, sexuales-creativos y materiales) que nos impiden autorrealizarnos. Nos vemos en un momento de la vida llevando un peso que no nos corresponde. Muchas veces, de manera inconsciente, buscamos conectarnos con nuestros ancestros siguiendo sus pasos sin saberlo.

La Psicogenealogía nos insta a soltar las ataduras de las generaciones pasadas y a permitir que nuestros hijos sigan su propio camino. Desde el reconocimiento de que cada ser llega al mundo con su propio propósito, hasta la comprensión de que el crecimiento implica cometer errores, este Decálogo nos invita a ser guías respetuosas en lugar de directores de escena.

Al aceptar que nuestros hijos no nos pertenecen, sino que son seres independientes con sus propias elecciones y caminos, se establece un nuevo paradigma en la relación madre-hijo. En este contexto, la madre se convierte en una presencia amorosa y orientadora, facilitando el florecimiento del hijo en lugar de imponerle un destino predefinido. Este Decálogo es una invitación a abrazar la maravillosa complejidad y singularidad de cada ser que llega a nuestras vidas.

Decálogo de la Madre según la Psicogenealogía

1. He parido un hijo que no es mío. Lo entrego al mundo.

2. Este hijo no ha venido a cumplir mi proyecto, ni los proyectos de mi árbol genealógico, sino el suyo propio.

3. No lo bautizo con ningún nombre ya presente en el árbol, ni con nombres que le impriman un destino.

4. Se lo doy todo, lo crío con afecto, sin dejar de ser yo misma, sin adicción al sacrificio, sino con responsabilidad y desde la libertad.

5. Le ofrezco herramientas que ayuden a construir el edificio de su propia vida, pero acepto que tome libremente las que el juzgue adecuadas y rechace las inadecuadas para él. Me doy cuenta que la mejor manera de enseñar a un hijo no es con mítines, ni con límites, sino con el ejemplo.

6. Acepto que deje de llamarme “mamá” cuando él lo decida, para pasar a llamarme por mi propio nombre, porque así rompe lazos de dependencia y la relación entre ambos se equilibra.

7. Le permito y facilito que tenga un espacio privado e íntimo en la casa que sienta como su propio territorio.

8. En cuanto a la elección de sus amistades, de su carrera, de sus actividades de ocio, etc., le escucho, le doy mi parecer, pero no selecciono nada por él, ni le prohíbo ni lo obligo.

9. Dejo que mi hijo cometa errores, que se caiga, que no sea perfecto. Comprendo que cada fracaso es un cambio de camino y con ellos se crece cada día; si lo protejo demasiado lo bonsaitizo, nunca será adulto.

10. Jamás definiré a mi hijo (“es tranquilo”, “eres nervioso”, “es tímido”…), porque entiendo que los niños se forman su autoconcepto a partir de lo que sus padres dicen de él. Le transmito que dentro de él están todas las posibilidades del ser, lo es todo en potencia.

El inconsciente familiar hace que proyectemos sobre nuestros hijos, lo que antes nuestros padres proyectaron sobre nosotros.

Criar a nuestros hijos desde este paradigma nos permite enfrentarnos a los transgeneracionales que operan dentro de nosotras mismas que se hacen visibles en forma de resistencias para llevar a cabo el decálogo antes mencionado.

Una maravillosa oportunidad de crecimiento, desde el respeto, desde el amor a los que ya no están, nuestros ancestros, que no supieron hacerlo mejor; de la mano de esa nueva persona, a la que le allanamos el camino de ser su propio SER.

El árbol está vivo dentro de mí. Yo soy el árbol. Yo soy toda mi familia. Nadie tiene problemas individuales porque toda la familia está siempre en juego. El inconsciente familiar existe. Espero que esta toma de conciencia, te permita ver todo lo que hay detrás de cada actitud, de cada enseñanza, de cada experiencia con tus hijos.

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